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Al tío Abelardo le gustan las cabezas de cuy

AL TÍO ABELARDO LE GUSTAN LAS CABEZAS DE CUY
Escribe Antonio Goicochea Cruzado
-Queridísimos familiares que hoy adornan y dan prestancia a mi casa, que es también vuestra, la cabeza del cuy es mi presa favorita, por eso mi adorada Pochita me ha reservado las cinco mejores y que hoy voy a degustar junto a ustedes. Pero para dar inicio formal a éste ágape acompáñenme, mis queridos familiares, a hacer un brindis por tener a todos engalanando mi mesa. ¡Salud!, dijo convincente don Abelardo.
Los asistentes cogieron sendas copas de cabernet sauvignon que don Abelardo había reservado para la celebración de sus cincuenta años, se pusieron de pie y con unción. –Salud, dijeron en un coro no concertado y de un tirón tomaron el vino ofrecido.
El cuy frito envuelto en shacta de maíz penipampino, antes de ir a la sartén de hirviente aceite, preparado por doña Flor estaba delicioso, cuy  que coronaba los platos que pletóricos de papas huagalinas guisadas y trigo partido sancochado, que gritaban las delicias de Penipampa.  Todos engullían las presas con deleite, solo don Abelardo, ayudándose con un cascanueces destrozaba los cráneos cuyinos para desarmarlos y hacerse de la poca carne que tienen, sin embargo a cada rato repetía:  
-¡Qué ricas son las cabezas y sus cachunas! ¡Es que me gustan tanto…! Cuando se hizo un silencio en el que sólo se escuchaban suaves los movimientos de la vajilla en la mesa y el masticar de los comensales, don Abelardo -Entre col y col, lechuga, dijo, como solía decir, y la anfitriona sirvió a cada uno su vaso de chicha. Cual si fueran viajeros del desierto que llegaron a un oasis, dieron cuenta inmediata del refrescante y ámbar líquido. Luego se sirvieron un apetitoso caldo de gallina, del gallinero de la casa.
Las mesas cubiertas de níveos manteles Pallaquinos, obsequiados por la esposa de un sobrino, sanmiguelina ella, presentaban las delicias culinarias de doña Pochita, que todos degustaron con deleite. Se dijeron chistes y chascarros de todos los calibres, siendo los rojos los más aplaudidos. Al dar por terminado el ágape, con elocuentes palabras agradeció a todos y ofreció como bajativo un anís especial preparado por las “monjitas del asilo”.
Carlitos, el sobrino más “leído” contestó:
-Tío, a nombre de toda la familia, agradezco estas muestras de cariño que siempre recibimos en su casa, que junto con tía Pochita nos brindan exuberantes. Por todo ello muchas gracias. ¡Pero no sabíamos que le gustaran tanto las cabezas de cuy!, cuando lo tengamos en nuestras casas, que también son suyas, disfrutará de platos llenos de cabezas con cachunas y todo. A lo que todos asintieron con carcajadas.
El tío Abelardo era el más querido de los tíos en Penipampa, asistía a todas las celebraciones familiares y si por alguna circunstancia, ajena a su voluntad, no se contaba con su presencia, ostensiblemente la reunión no alcanzaba el nivel que con la estampa del tío.
Después de aquel cumpleaños, cuando se celebraba otro en familia, tío Abelardo era halagado con un plato lleno de cabezas de cuy, que lo consumía con apetito canino. Hasta que a la tercera invitación, posterior a la de los cincuenta años, al ver el plato lleno de cabezas, dijo:
-Queridos familiares, para mi cumpleaños, en casa habíamos preparado comida para veinticinco personas, pero como de improviso contamos con la gratísima presencia de Gregorio y su familia, cinco personas más de lo previsto, tuvimos que alargar la mesa y hacer malabares en la cocina. Con el caldo no tuvimos inconveniente porque de las presas grandes hicimos unas más pequeñas y como decimos en Penipampa, le echamos más agua al caldo, pero lo del cuy si fue un problema tanto que para mi Pochita, las ayudantes de la cocina y para mí, sólo quedaban cabezas, con las que nos complacimos y ¡no es que las cabezas me gusten tanto! Por lo que les pido, que en el futuro, vuelvan a servirme MI PRESA DE CUY, como a todos.
La sorpresa fue mayúscula y sólo salieron de ella cuando el anfitrión ordenó que de inmediato a su tío querido le sirvieran no uno sino dos cuyes enteros para que se descontara de la desazón de las dos invitaciones anteriores.
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Basado en un hecho real. He cambiado los nombres por no haber tenido la posibilidad de pedir a los familiares me permitieran hacerlo con los suyos propios.
Shacta, harina gruesa de maíz.

Cachunas, quijadas de cuy.

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