EL SONIDO DE LAS CARACOLAS
Antonio Goicochea Cruzado
-¡Muchachos, aquí todos,
vengan a escuchar al mar!
Facundo Gabriel, con una
caracola junto a su oreja, gritaba, vengan escuchen al mar; el barullo que se
armó fue tremendo, había pedido que se la colocaran junto a su oído, todos se
“peleaban” por hacerlo, pidió orden y uno a uno escucharon al mar. Estaban
sorprendidos.
Cuando llegó la profesora,
respetuosa del pensar infantil, pero también de la realidad científica, hizo
que los niños tomaran asiento e inició la explicación:
- Niños, los sonidos son
vibraciones de los cuerpos que se transmiten por medio de aire, escuchamos a
una guitarra porque el guitarrista pulsa las cuerdas y éstas vibran, producen
sonido y llega hasta nosotros a través del aire; igual, cuando soplamos una
botella y sale un sonido agudo o grave dependiendo de la forma de la botella y
de la fuerza con que se sopla. En estos mismos momentos hay sonidos en el aire,
a muchos de ellos no los captamos, pero que si tuviéramos unas orejas en forma
de caracola también escucharíamos esos rumores que parecen ser del mar, porque
eso es lo que hace. Las caracolas no pueden grabar sonidos, como ahora lo hacen
sus teléfonos móviles. Niños, colóquense un vaso o un tarro junto a su oreja y
escucharán unos sonidos, no como el de la caracola, porque sus formas son muy
simples, pero sonidos al fin. Así lo hicieron.
La sorpresa seguía. Los
niños, repreguntaron a la profesora y ella iba absolviendo las dudas. Parecía
haberlos convencido, en eso Facundo Gabriel, dijo:
-Profesora, en la clínica, el otro día, el
médico, con un estetoscopio, me hizo escuchar el sonido que hace el corazón en
el pecho de mi mamá, luego colocó el aparatito en mi pecho y pude escuchar el
mío, le digo que los dos sonaban igual, así como el sonido del mar parece estar
metido en una caracola, el sonido de mi madre está metido en mi corazón.
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